DEUTORONOMIO
LAS
REUNIONES de ex alumnos, los álbumes de recortes y de fotografías, las
canciones familiares y las viejas vecindades son como amigos de muchos años que
despiertan nuestros recuerdos y avivan nuestras emociones. El pasado es un
caleidoscopio de promesas, fracasos, victorias y situaciones embarazosas. A
veces quisiéramos olvidar recuerdos que son demasiado dolorosos. Sin embargo, conforme
los años pasan, los recuerdos de sucesos desagradables por lo general se
desvanecen en nuestro subconsciente. Pero hay momentos que debemos recordar:
los errores no deben repetirse; los compromisos contraídos se deben cumplir; y
el recuerdo de sucesos especiales nos puede alentar e impulsar a actuar.
El
libro de Deuteronomio está escrito en la forma de un tratado entre un rey y su
estado vasallo típico del segundo milenio antes de Cristo. Hace un llamado a
Israel para que recuerde quién es Dios y lo que él ha hecho. Perdida la fe, la
vieja generación peregrinó durante cuarenta años y murió en el desierto.
Dejaron Egipto atrás, pero nunca conocieron la tierra prometida. Ahora en la
ribera este del río Jordán, Moisés prepara a los hijos de aquella generación
carente de fe para tomar posesión de la tierra. Después de una breve lección de
historia en la que se enfatizan los grandes hechos de Dios a favor de su
pueblo, Moisés repasa sobre la Ley. Luego reafirma el pacto, el contrato de
Dios con su pueblo.
Las
lecciones son claras. Debido a lo que Dios ha hecho, Israel debía tener
esperanza y seguirlo; debido a lo que él esperaba, ellos debían escuchar y
obedecer; debido a quién era él, debían amarlo plenamente. Aprender estas
lecciones los prepararía para tomar posesión de la tierra prometida.
Mientras escucha el mensaje de Deuteronomio, recuerde cómo Dios ha expresado su bondad en su vida y luego hágase de nuevo el propósito de confiar en él, amarlo y obedecerle.
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